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Peter G pgwerner — Varios autores han explorado modelos de hipernovela en las últimas cinco décadas en búsqueda de la historia que contuviera todas las historias. Famoso es el trabajo de combinación de Italo Calvino en ‘Si una noche de invierno un viajero…’, a base de fragmentos interrumpidos que mutan en nuevos incipit que a su vez dan lugar a un circuito potencialmente inagotable. La opción que tomó Thomas Pynchon al darse a conocer al mundo en 1963 con ‘V.’ es la opuesta: la hipernovela a través de la novela enciclopédica. Si Calvino reconstruye todas las formas posibles a base de montar y desmontar piezas, Pynchon nos las entrega en bloque. Un inventario total de mundos, lenguajes, expresiones, peripecias y símbolos. Si trazáramos el signo que da título a la novela sentaríamos a Calvino y Pynchon en los vértices opuestos, y a la ‘Rayuela‘ de Cortázar en el punto en el que las líneas oblicuas convergen. ¿Qué es V.? Para Herbert Stencil es la búsqueda que da sentido a su existencia. Huérfano, sólo cuenta con los diarios legados por su padre Stanley, un diplomático/espía del Foreign Office inglés, y sus referencias a lo largo de la última etapa colonial hasta la posguerra mundial de encuentros con una enigmática “V”. Que ha sido tanto una muchacha como una mujer madura, un país desconocido del África central como una rata especialmente perspicaz del Metro de Nueva York, que sedujo al cura que bajó a evangelizarlas. Para Bernie Profane, marinero pseudo-desertor, la búsqueda de V no significa nada. Se considera un schlemihl, un desgraciado por naturaleza contra el que conspiran los objetos inanimados. De ahí que no pueda fijarse en ningún sitio y su mecánica sea la del movimiento de yo-yo, condenado a huir y regresar perpetuamente al punto de partida. Las trayectorias de Stencil y Profane terminan confluyendo, una por voluntad y la otra por atracción gravitacional, en la isla de Malta: el último lugar en el que se tuvo noticia de V. El primer movimiento lo realiza Profane, al abandonar la base naval en la que está estacionado cuando la mujer que tira del hilo de su yo-yo, Rachel, le reclama en Nueva York. Ahí pasará por diversas ocupaciones (la más llamativa, la de cazador de caimanes de las alcantarillas) y se introducirá en la pandilla de la “Dotación Enferma” en el que participan Rachel y Stencil. Una sátira mordaz e hilarante contra la bohemia burguesa de los años cincuenta, que se emborracha citando a Sartre, pero que también atestigua el arte urbano que surge en esos años en forma de jazz y ritmos callejeros. Stencil, en cambio, no participa del realismo estilizado neoyorquino. Es un personaje que se refiere a sí mismo en tercera persona para impedirse adoptar una personalidad cerrada. Herbert no lee los diarios de Stanley, los interioriza y los habita. En el Cairo de finales del siglo XIX se transforma en ocho narradores distintos para contar la misma historia; pasa a ser unos ladrones de cuadros en Florencia, un ingeniero en la colonia sudafricana alemana, un dramaturgo parisino, el poeta maltés que vio por última vez a V. Thomas Pynchon según Los Simpsons Thomas Pynchon según Los Simpsons Sería un trabajo espurio tratar de sintetizar la densidad conceptual de la novela. Esta simplemente rebosa, desborda sus límites, se multiplica en formas imprevisibles. Cada narración de Stencil es un segmento completamente hermético, con su propia lengua, sus precisas y doctas referencias históricas, y un universo semántico único. Y sin embargo hay redes subterráneas que ligan unos capítulos a otros, en forma de lazos sanguíneos entrelazados. Todo trata, una vez más, de atar cabos en un punto (la novela es V, no X, de lo contrario las trayectorias escaparían de nuevo hacia el infinito). El lenguaje de Pynchon es de una riqueza poética abrumadora, y disfruta introduciendo en él sorpresas semánticas como es el hecho de que los personajes canten a menudo y de sopetón (la traducción al español es literal, por lo que su musicalidad se pierde) e incluso un par de dibujos. El vasto repertorio de lenguaje es lo que permite la mutabilidad de su obra: vale tanto para las rudas batallitas de marinería como para plasmar la angustia sentimental en los diarios de un poeta. Esta es una obra inmensa, y por lo tanto desconcertante. Los cambios de ritmo son abruptos. Si las desventuras de Profane y el resto de la Dotación Enferma se leen de forma amena, algunos segmentos históricos son especialmente densos. Pero la calidad y la riqueza conceptual de la prosa de Pynchon no decaen nunca, lo cual convierte a V. en una novela excelente con la que obsesionarse. Por Paolo Fava en http://www.leergratis.com/resena/v-de...